Escribí este cuento corto cuando era un chico, espero lo disfruten...
Fue de camino a la escuela que me dí cuenta que mis zapatos estaban rotos y quise devolverme a casa a ponerme otros donde recordé que no tenía más pares de zapatos, que no tenía casi ropa y que mi uniforme de escuela era prácticamente lo más nuevo que había en mi closet.
Mi madre trabajaba muy duro para que yo fuera a la escuela y me decía: hijo no te preocupes, que pronto a fin de mes te voy a comprar unos zapatos y algo de ropa, fue cuando me di cuenta de la gran madre que tenía y al decir esto sus ojos brillaban con esa cansada mirada que por el cansancio exhibía y al ver su tristeza le decía: mamá no te preocupes por mí yo estaré bien.
Era un estudiante meritorio y gané una beca, hecho que me alegró mucho, pero talvez fue una jugada irónica de la vida contra mí dándome jaque mate. Al iniciar las clases en el prestigioso colegio que había ganado la beca como todos los nuevos me sentía muy extraño, como un gusano en un gallinero.
Todas las miradas se posaban sobre mí, me veían como si un ovni estuviese frente a ellos, pero no di mucha importancia, regrese a casa y casi grito mamá: juancito, mi niño como le fue en su primer día de clases en ese colegio tan bonito y de muchachos tan refinados, apuesto que te vas a conseguir muchas novias. Le respondí un poco cansado pero a la ves inseguro de mi estancia prospera en aquel en aquel lugar que me resultaba tan frívolo, tan rutinario y monótono, - si mamá, bien, muy bien.
Mi madre entusiasmada por mí me dijo: que a fin de mes me compraría otra mochila porque llevaba la de los años anteriores, me dijo que tenía tres trabajos, exaltada me aseguró que iba a ser además del más inteligente el más guapo de mi clase estando acorde con los demás. Yo con la tristeza punzante que sentía mi corazón le dije como siempre: no te preocupes mamita, eso no importa.
En la escuela todos me aislaba y un chico se me acercó y se atrevió a decirme que me había equivocado de lugar porque ese colegio es para personas de otro estrato social y que por mi facha se veía que era muy pobre, Callé por dos horas, me mire mis zapatos rotos y me melancolicé, fue cuando una chica muy simpática con una gran sonrisa capaz de animar al mas triste de los esclavos se acerca y me pregunta ¿Qué te pasa? ¿Acaso ya te dieron la bienvenida los chicos insoportables?- Escucha no les hagas caso, no son mas que unos necios. La escuche y no pronuncie palabra alguna, solo Salí, tome mis cosas y me marché.
Ese día marcó mi vida para siempre y separó mi vida de niño, una vida de barquitos de papel a una vida real, una vida de un adolescente pobre con muchas necesidades económicas que su madre por mas que quisiera no podía satisfacer. No volví jamás a tomar clases, no volví a sentirme menos, no volví a sentirme justo como ellos me miraban.
Después de una semana y dos días de comenzar a asistir al colegio mamá nota que no me levanto para asearme e irme y antes de salir a trabajar me dice: juancito, mi niño, levántese acaso no recuerda que tiene que ir al colegio.
_ no mamá, no voy más.
Mamá no hizo caso a la talvez somnolienta expresión y marcho.
Cuando regresa me encuentra sentado en una mecedora vieja luciendo como esta como si mi cuerpo fuese solo un cascarón sin vida alguna dentro
Y dice: que te pasa mi niño y le conté lo que había sucedido lloraba sin límites diciendo: -mi niño, yo te compraré los zapatos más bellos de esta cuidad, vas a ver.
-no mamá, ni los zapatos mas caros van a cambiar nuestra realidad, nuestra pobreza va más allá de un par de unos zapatos. Es el destino, mamá que nos puso en esta desagradable situación, papá nos abandonó desde entonces tratamos de sobrellevar muestras vidas.
Caí sumido en una gran tristeza y depresión, no volví a reír nunca mas, no volví a cantar aquella canción que tanto me gustaba y que amaba cantar mientras mamá cocinaba la comida del día siguiente la noche anterior, no volví a soñar con un futuro brillante para ambos, ni tampoco fui quien era antes de entrar allí.
Mi translucida existencia se apagó, ya no existía, ya no necesitaba un par de zapatos porque ya juancito era feliz viviendo en un mundo infinito de colores, en un mundo monótono y cíclico, juancito perdió la cordura.
*Solo por el maldito dinero y un par de zapatos*
Autor: Emmanuel Márquez Santana
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